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«El Baño ‘Viejo’ y el ‘Nuevo’ conjuntan un lugar singular y de enorme interés por su valor natural, histórico y patrimonial. Aunque de propiedad privada, puede visitarse de forma organizada (contacto: ‘monitoresdefitero@hotmail.com’)

Un reportaje y fotografía de Manuel Mª Sagüés Lacasa, Diario de Noticias, 3 abril 2017.

Hoy podemos disfrutar en Fitero de algún vestigio del uso terapéutico del agua en la Edad de Oro del Imperio Romano (siglo I y II d.de C). Sus Baños conforman uno de los mejores complejos termales de Europa y suman un importante valor natural y patrimonial. Tras los usos documentados del agua en la Edad de Bronce (hallazgos en la cercana Peña del Saco) y siglos de romanización y de islamización, en 1157 las termas fueron donadas por decreto real a los frailes del monasterio cisterciense de Fitero .

Durante la Guerra de la Independencia, los frailes fueron expulsados. En 1814 regresaron, pero de nuevo, con la desamortización, los monjes abandonaron definitivamente el monasterio y el balneario en 1835.

En 1846, a unos 300 m del Baño Viejo, se descubrió la existencia de otro manantial termal en torno al cual se levantó el Baño Nuevo.

En 1909 las dos propiedades se unieron y el conjunto pasó a manos de Baños de Fitero SA. Luego, el Baño Viejo pasó a llamarse Virrey Palafox (allí nació en 1600) y el Nuevo, Gustavo Adolfo Bécquer, por ser cliente habitual este genial poeta sevillano.

Durante la Guerra Civil española, el Estado Mayor de la Legión Cóndor del Ejército del Aire de Alemania se instaló en el Balneario Bécquer durante los primeros meses de 1937. En el verano se fueron al Palacio Heredia de Alfaro y regresaron a los Baños en octubre. La tropa se marchó definitivamente en junio de 1938. Así, es fácil calcular que la orden del bombardeo de Gernika (26/4/1937) fue dictada por los jefes hitlerianos desde Fitero.

termas romanas En 1868, Altadill menciona en cartas y apuntes que “en Fitero existen importantes construcciones de época romana”. Es incuestionable que allí funcionaron a pleno rendimiento balneis calidis romani: unos baños romanos calientes.

En 1930, el médico militar del balneario, Saturnino Mozota, con el que tuve el gusto de trabajar, publicó Notas hidrológicas y clínicas de los Balnearios de Fitero, en la que decía que “lo más antiguo es la galería que conduce las aguas desde el Baño Viejo a la falda de la Peña del Baño de 65,44 m largo por 1,75 m de alto y 0,78 m de ancho; y que conserva las huellas del picado al abrirla y en su fondo hay una rotonda bastante capaz, de paredes y suelo cuarzoso, donde con ruido brotan las aguas del suelo y paredes”. Alucinante. También menciona en sus notas que en 1861 aparecieron otros restos romanos: partes de edificios, esculturas, ánforas, medallas…

En 1982, con motivo de la modernización de las instalaciones del Baño Viejo, otra vez salieron a la luz estructuras y objetos romanos, de los que se supo ya terminadas las obras. Entre las fábricas encontradas, perduran como joyas y reclamo un hermoso pozo o piscina circular y una arqueta. El pozo tiene un diámetro de 2 m y una profundidad de 1 m Se va estrechando en 2 gradas, la 1ª de 0,50 m de altura y 2ª y 3ª de 0,25 m: medidas que corresponden a la postura de una persona sentada y con sus piernas metidas en el agua calda; el resto del cuerpo tomaba del vapor. Los sillares fueron esculpidos manualmente y colocados como dovelas. Aunque no se conserva su desagüe, sí queda visible el primer tramo de canalización de llegada del agua.

En el verano de 1982 tuve la ocasión de hablar con personas relacionadas con la propiedad y con la empresa constructora y me confirmaron la existencia de “una docena o más” de pozos en distinto estado de conservación. La controversia sobre su rápido tapado surgió a posteriori. Debajo quedó mucha historia. No hubo catalogación científica, por lo que muchas piezas acabaron perdidas para la memoria colectiva. La propiedad veló legalmente por su intereses.

A 10 m del pozo encontramos una arqueta de captación de agua. Está construida con tres notables hiladas de sillares, que se rematan con un cuarto piso que ejerce de cornisa. Esta arqueta canta su clasicismo en los abiertos poros de su piel y luce un bello terno entre oro viejo, caldero, terracota y arena según lo trace la luz del día. Es extraordinario que todavía realice su función: bombea el agua hasta los depósitos de regulación. El acceso a su interior y la posterior galería excavada es un arco de medio punto de piedra y con una luz de 1,25 m.

Por lo antiguo, ininterrumpido y rentable del manejo y disfrute de esta agua termal, se demuestran las verdades gozosas y las propiedades curativas que han ofrecido y ofrecen los Baños de Fitero ¡Los romanos no eran tontos! ¡Los usuarios de casi 2.000 años después, tampoco!».

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